miércoles, 14 de mayo de 2014

Veneno en las venas.

Veneno. Eso es lo que te inocula en las venas la escritura desde el preciso instante en el que pulsas la primera tecla para comenzar un relato. Puede que tus obligaciones necesiten que estés centrado en otros menesteres, pero el veneno es potente, anula tu razón, te convierte en un zombi que sustituye los cerebros de su dieta por horas delante del teclado. 

No es necesario siquiera estar delante de el ordenador, y esta es la parte peor del asunto: las mejores escenas, los grandes diálogos, surgen a las cuatro de la mañana de una noche de insomnio. Claro está que al día siguiente es poco probable que te acuerdes de todo, y tan solo se queda la idea como un mal gusto de boca de difícil interpretación.

Vengo a expresar en forma de escrito esta reflexión porque necesito decirlo: muero envenenado, porque no escribo todo lo que me pasa por la mente.

Así que voy a comenzar a escribir, reconociendo que este es el vicio peor que tengo, ya que me costó menos dejar de fumar y si alguno de vosotros fumáis, sabéis de lo que hablo. Tengo en mente una idea principal para un relato que no sé si será micro, corto, o mi primer libro con todas las de la ley. 

Como siempre, os iré diciendo como va la cosa.

Saludos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario